Editorial

Habiendo transcurrido otro semestre, ha llegado el momento de publicar un nuevo número de «Educación de Adultos y Desarrollo». Seis meses sin que se haya celebrado un evento de alto nivel como la CONFINTEA VI, que tuvo lugar a fines de 2010 en Belém y nos mantuvo enfrascados por casi dos años en la organización e implementación de conferencias preparatorias, en la redacción de informes regionales y nacionales, y en el diseño de estrategias para conseguir compromisos políticos que permitan garantizar la subsistencia de nuestra área de trabajo durante los próximos años. Seis meses sin que se hayan organizado siquiera eventos de menor envergadura como la Asamblea General del ICAE o las XIII Jornadas de Educación de Adultos de la DVV, que también requirieron un intenso proceso de preparación, organización y documentación.

Es cierto que, con ocasión de la Decimoséptima Conferencia de las Partes (COP 17), evento que tuvo lugar entre el 28 de noviembre y el 9 de diciembre de 2011 en Durban, Sudáfrica, algunos de nosotros nos comprometimos a fondo con la causa de la sostenibilidad y los nuevos paradigmas de vida. Y muchos viajamos a Porto Alegre para participar en otro Foro Social Mundial, que esta vez se concentró en el tema «Crisis capitalista. Justicia social y ambiental», con miras a la próxima cumbre mundial en gran escala, Río+20, que se llevará a efecto en junio de este año.

Aun así, el último semestre ha sido, en su mayor parte, un período más tranquilo. Mejor así, pues ello nos ha permitido concentrarnos con mayor energía en la organización e implementación de nuestros proyectos y programas. En términos concretos, estas actividades tienen que ver precisamente con la labor que constituye el eje de la totalidad de las conferencias y los eventos de alto nivel en que participamos: el trabajo cotidiano con los alumnos y las comunidades. Esta es la tarea que las conferencias procuran fortalecer y respaldar. Y es en este ámbito donde han estado surgiendo una serie de nuevas circunstancias que quisiéramos analizar más detalladamente en este y en los próximos números de EAD.

Uno de esos fenómenos es la cooperación Sur-Sur, una práctica que está llegando a reemplazar, e incluso a desplazar, progresivamente al paradigma tradicional de la cooperación internacional. Hasta hace poco, eran preferentemente los especialistas del Norte quienes procuraban ayudar a los beneficiarios del Sur, muchas veces sin una adecuada comprensión de la cultura, los valores y las verdaderas necesidades de sus socios meridionales. Ahora, sin embargo, los socios de países que poseen básicamente las mismas condiciones y necesidades están combinando sus intereses y persiguiendo objetivos comunes en un pie de igualdad, identificando problemas mutuos y aunando esfuerzos para afrontarlos.

Otro aspecto tiene que ver con los beneficios que reporta la educación de adultos. Como educadores de adultos, debemos aprender a mejorar nuestras aptitudes para dar a conocer nuestra labor si no queremos ser constantemente relegados a un segundo plano en los debates sobre la materia. Una y otra vez hemos sido testigos de cómo en las políticas educativas se da un trato preferencial a la enseñanza escolar básica, como también a la educación y la formación profesional, por no mencionar la educación de nivel universitario. Además, la creciente importancia del «aprendizaje a lo largo de toda la vida» no nos sirve de verdadero consuelo si tenemos en cuenta que la educación de adultos corre el riesgo de desaparecer como disciplina por derecho propio con ese término globalizador. Y aun así, una y otra vez vemos cómo la educación de adultos sí tiene respuestas para tantas preguntas de capital importancia, y cómo puede contestarlas de manera flexible, creativa y participativa junto con las personas a las que el tema les atañe.

Los eventos de alto nivel han dejado una profunda huella en épocas anteriores. En Río+20 se abordará uno de los problemas más decisivos afrontamos en la actualidad: la supervivencia de nuestro planeta. La vida en la Tierra se encuentra amenazada como consecuencia de un sistema en el que se prioriza el crecimiento económico y la acumulación de riquezas a costa de los derechos humanos, sociales y ambientales. Con creciente insistencia, los movimientos sociales en el mundo —incluido el de la educación de adultos— están exigiendo la adopción de nuevos modelos de existencia sostenible y de modelos de desarrollo en los que se privilegien valores como la empatía, la solidaridad y la inclusión, conceptos como sumak kawsay («el buen vivir») que siempre han sido tan valorados por los pueblos aborígenes de Latinoamérica.

Como siempre ocurre en las grandes catástrofes, son los pobres quienes sufren primero y con mayor intensidad las consecuencias, y los desastres ecológicos no son una excepción a esta regla. Por tanto, el desarrollo sostenible, la protección ambiental y un modo de vida ecológico constituyen obviamente elementos centrales de la educación de adultos. En el próximo número de Educación de Adultos y Desarrollo trataremos algunos de estos temas. Nuestra intención es analizar el debate político y la contribución de la sociedad civil a las deliberaciones y a las exigencias en las negociaciones de Río+20. Pero también deseamos dar a conocer casos en los que se demuestra cómo la educación de adultos está afrontando en la práctica los problemas ambientales en conjunto con las comunidades donde se imparte, de manera que los invitamos cordialmente a compartir sus experiencias.

EAD necesita la activa cooperación de sus lectores y socios. Al compilar esta edición, tuve la suerte de contar con la ayuda de muchas personas a las que quisiera hacer llegar mis sinceros agradecimientos. Expreso mi especial reconocimiento a María Lourdes Khan, de la Oficina del Asia y el Pacífico Sur para la Educación de Adultos (Asian South Pacific Association for Basic and Adult Education – ASPBAE), a Nélida Céspedes, del Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEEAAL), y a Rajesh Tandon, de la Sociedad para la Investigación Participativa en Asia (Society for Participatory Research in Asia – PRIA). Ellos formularon muchas propuestas muy útiles sobre los temas a tratar y facilitaron los contactos con los autores de los artículos que podrán leer en este número.

Quisiera agradecer, asimismo, a cada uno de los miembros del comité editorial de «Educación de Adultos y Desarrollo» por sus sugerencias y consejos tan constructivos y útiles.

Michael Samlowski


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